En la Isla de los Volcanes, cualquier excursión en coche queda marcada por el negro, las formas de la lava y los contrastes con el azul oceánico. El centro de Lanzarote es un excelente ejemplo y permite comprobar el mérito del hombre para domesticar naturaleza tan difícil para, por ejemplo, la agricultura. La vid en pura gravilla no deja de sorprender en un enclave que, además, obsequia una impresionante playa en el Noroeste, blancos pueblos interiores que aún respetan su legado y la fundación del artista que mejor comprendió todo: César Manrique.